lunes, 24 de septiembre de 2012

2 a.m.

Me desperté asustada por mis padres, eran las 2 de la mañana y mi padre no podía coordinar una palabra, se sentó en el living a meditar (llorar), mientras mi madre me explicaba que sucedía. Un gran amigo de ellos hacía un par de días había tenido un accidente en su trabajo, quedando en coma. Habían pasado los días mientras trataban de mantenerlo con vida, hasta que esta madrugada colapsó. 
Mi viejo mientras trataba de recuperarse un poco mentalmente despertó a mi hermano y se cambió de ropa así íbamos a ayudar (acompañar) a la familia (de la cuál mis padres son muy amigos). Los sanatorios no son de mi agrado, he pasado más años de mi vida internada que fuera de ellos, les tengo como un miedo, fobia, a veces creo que resentimiento.
Llegamos al velatorio, el lugar lleno de gente; muchos conocidos de mis viejos, muchos amigos míos (a los cuales conocía desde muy chica), mi mejor amiga llorando desconsolada, ya que el difunto era su padre (mejor amigo de mi viejo). La abracé como si fuera la última vez, ella dejo caer unas cuantas lágrimas en mi hombro, unas cuantas veces habíamos llorado juntas, pero ésta era una de las peores.
Mucha gente hablando, abrazándose, llorando, riendo, recordando, muchos desubicados que se piensan que  esos momentos son eventos sociales, nunca faltan estos últimos. Los odio, no se aprovechen de una muerte para contar lo bien que están en sus vidas.
Me retiré con algunos de mis amigos a la parte de afuera a hablar de otras cosas y distender un poco nuestras mentes; Porque si lo pensamos un poco, él era como un papá para todos nosotros, habíamos crecido todos juntos como hijos de muchos padres y madres; y no dejábamos de sentirnos hermanos entre todos.
Aprovechamos para hablar de la facultad, los amores, un par se prendieron unos cigarrillos. Todos parados en ronda recordando (entre lágrimas de felicidad y tristeza)cosas de cuando eramos mas chicos. Se nos acerca Bruno con los ojos llorosos (era sobrino del hombre por el cual todos nos encontrábamos reunidos), lo conocíamos ya que iba siempre a las noches en las cuales nuestros progenitores nos juntaban a jugar y distraernos entre nosotros. Bruno, siempre me gustó, desde que tengo consciencia creo que siento esas "maripositas" al verlo, tal vez suene ridículo, pero tiene una personalidad atrapante y no hablemos de lo físico, porque siempre fue insoportablemente perfecto (y hermoso). Al acercarse a nuestra ronda nos saluda a todos (aguantando las ganas de llorar), me saluda a mi al final y noto que se le escapa una lagrima; atino a abrazarlo pero no puedo, algo en mi cuerpo no me permite hacerlo. Veo que vuelve a escaparse de su ojo otra lágrima y no contengo mis ganas; lo abrazo con todas las fuerzas. 
B: -Gracias-
Lo miro, ahora lloraba como nunca, me abrazaba tan fuerte que no podía respirar. No importaba si me quedaba sin aire, no importaba nada, estaba con él. Nos olvidamos de la existencia de las demás personas.
Lo tomé de la mano para nunca soltarlo, me miró otra vez, entrelazó sus dedos con los mío. Otra vez esos remolinos de amor en el estómago.
B: -No me dejés-
C: -Nunca-
Volvimos a quedarnos mirándonos por milésimas de segundos que para mí significaron años. Me percaté de la gente, lo miré confundida, sonrojada, arrepentida. Me tomó de la mano y nos fuimos a otro lado; lejos, a la tranquilidad.
B: -Gracias de nuevo, necesitaba todo esto-
C: -De nada, yo lo necesitaba más-
Me besó por segunda vez en toda la vida. Otra vez fue raro, lindo. Otra vez no sabía si yo le importaba tanto a él como él a mí...